domingo, 20 de septiembre de 2015

Alguna respuestas sobre la Depresión: 1ª parte


Algunas respuestas sobre la Depresión
   En los tiempos que corren, la competitividad, el individualismo, un ritmo de vida cada vez más estresante y un nivel de exigencia cada vez más elevado para poder autorrealizarse, son algunas de las características que conforman nuestra sociedad.
   Éstas favorecen el hecho de que se piense que la depresión es una enfermedad moderna y se ha llegado incluso a hacer un uso generalizado de la palabra depresión, se suele decir “estoy depre”, para referirse a un estado normal de tristeza, de desmotivación o de duda, provocado por circunstancias adversas en la vida de cada uno (suspender un examen, una llamada de atención por parte del jefe,...).
   Aunque como he dicho, la depresión es una enfermedad moderna, ya se tiene constancia de la existencia de este trastorno desde el tiempo de los griegos. Este estado se asociaba a una extrema tristeza y a la melancolía, y también podía darse con periodos de manía (alegría patológica desmesurada e inmotivada). En cualquier caso, la concepción de la depresión como enfermedad data de la Edad Media, fue en ese momento cuando empezaron a desarrollarse los primeros tratamientos para curarla.


¿Cuándo es anormal la tristeza?
   La afectividad hace referencia a cómo vivimos todo aquello que nos sucede. Esta vivencia produce unos sentimientos y emociones que se reflejan en el estado de ánimo. Éste último es inherente al hombre, influye de forma importante en cómo pensamos, sentimos y actuamos, y varía en función de cómo nos afecta la relación con los demás.
   Así, es normal estar triste y frustrado cuando no se superan unas oposiciones después de muchos esfuerzos (1o anormal sería estar alegre), pero cuando estos sentimientos no se atenúan con el tiempo, si son tan intensos que llegan a dificultar el día a día de la persona que los padece y perduraran mucho en el tiempo, se puede pensar que se trata de una tristeza anormal, patológica, es decir, de depresión.
   En pocas palabras, cuando (dependiendo del caso) se observa una desproporción entre la intensidad, la duración y las consecuencias de la tristeza, y la o las causas que la produjeron se habla de depresión.


   Este estado (un trastorno del estado de ánimo como también lo son la euforia o la melancolía) se diferencia de la tristeza normal porque en él se generaliza la causa de la misma, y además se daña la autoestima de la persona afectada, que tiene una gran sensación de impotencia. Así, el estudiante que se deprime tras haber obtenido unos malos resultados en la primera evaluación, dejará de estudiar, dando lugar a un empeoramiento del rendimiento e incluso al fracaso escolar. Por contra, aquél que no se deprime, quizá esté triste tras la primera evaluación, pero luego se esforzará el doble para compensar los suspensos.
¿Por qué motivo nos deprimimos?
   En una depresión intervienen diferentes causas. Desde un punto de vista biológico, se habla de alteraciones a nivel cerebral como causantes de la depresión. Unos apoyan la hipótesis de un déficit en noradrenalina, una hormona que interviene en la transmisión de los impulsos nerviosos. Otros, apuestan por un déficit en serotonina, una sustancia implicada en procesos como el humor, el sueño, el hambre, el deseo sexual, el dolor, etc.

   También se ha registrado un déficit de serotonina en conductas suicidas, crisis de ansiedad, alcoholismo y agresividad.
   Estas y otras hipótesis de tipo biológico son especialmente relevantes en las llamadas depresiones endógenas, por lo que en estos casos está especialmente indicado el tratamiento con sustancias que actúen directamente con el organismo, ayudando enormemente en la labor psicoterapéutica.
   Por otra parte, en toda depresión suele haber asociada una pérdida o una falta, el trabajo, la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, la marcha de un hijo de la casa parental, el fracaso de un negocio, la pérdida de la salud, de unas expectativas de futuro, la pérdida de la juventud, el nacimiento de un hermano
( el niño siente que ya no es el centro de atención de sus padres ), la pérdida o ganancia considerable de peso... Lo que se pierde estaba cubriendo unas carencias que se tenían como persona, y que en la mayor parte de los casos provienen de la niñez.  Así, cuando desaparece aquello que teníamos, también se va una parte de nosotros.
   Pongamos por caso una persona relativamente joven que ha fracasado en sus diferentes relaciones sentimentales. Al indagar sobre su infancia, sale a la luz que tuvo unos padres que eran pocos afectuosos y que no valoraban todos los pequeños logros que iba alcanzando en su vida, de forma que se fue instaurando una gran inseguridad personal.
   Los padres tienen un papel fundamental en el desarrollo de la autoestima del niño, sobre todo los primeros años. Siguiendo con la lógica, concluimos que nuestro personaje imaginario creció con un vacío inmenso, sin autoestima, por lo que de mayor busca en sus parejas seguridad, auto- confianza, valor, decisión.., es decir, todo lo que le falta para sentirse completo. Si la relación fracasa, esta persona puede caer en una depresión, y no sólo por la pérdida de la pareja, sino también por una serie de cualidades que no ha podido desarrollar y que estaban en su relación sentimental.
   Los conflictos psicológicos son especialmente relevantes en las depresiones de tipo reactivo o exógenas, aunque también inciden en las endógenas y en las ciclotimias. Se puede decir que ciertas alteraciones biológicas producen depresión y que los conflictos internos, que no dejan superar las pérdidas, funcionan como desencadenantes de esta enfermedad. Esto, en diferente proporción, parece ser válido para los diferentes tipos de depresión.

 

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