lunes, 14 de septiembre de 2015

Depresión: 1ª parte


Se percibe la sociedad como un entorno competitivo, exigente y estresante. Difícil de ignorar. En el, la sensación de tristeza, soledad, miedo y vacío, deriva hacia un estado de baja autoestima, sufrimiento  e indeferencia.                                                                                                      Son algo más que síntomas…..
De Depresión
Cada vez más frecuente entre nosotros.
La salida no es fácil; requiere voluntad, ayuda y, por supuesto, comprensión.
Tras ella, una recompensa. Saber que se ha superado lo más difícil, el miedo a lo que hay en nosotros mismos y la aceptación de la propia realidad, que casi siempre
es mejor que la que se nos exige.
   La depresión, en términos generales, es un trastorno del estado de ánimo provocado por la imposibilidad del individuo de hacer frente a situaciones vitales estresantes, como por ejemplo la pérdida de un ser querido, del empleo o del lugar de residencia, o por problemas económicos, de pareja o de relación con los demás.
   Asimismo, un sistema de valores, creencias y expectativas poco adaptadas a la realidad cambiante, puede imposibilitar la autorrealización personal, precipitando a la persona a la depresión. Tener en cuenta estas circunstancias puede ayudar a una mayor sensibilización ante la posibilidad de que se pueda desencadenar un proceso depresivo.


Inmersos en la depresión
   Ante la pregunta de qué cambios se producen en una persona cuando no sabe o no recuerda cómo salvar los obstáculos que encuentra en el camino de su propia existencia, hay que tener en cuenta distintas observaciones.
   Nuestro estado de ánimo es el reflejo de los sentimientos y emociones que nos provoca todo lo que vivimos. Estas vivencias diarias influyen de manera importante en cómo pensamos, sentimos y actuamos, y afectan nuestra relación con los demás. Es normal estar triste y frustrado ante un hecho negativo, pero cuando esos sentimientos no se atenúan con el tiempo, cuando son tan intensos que dificultan el día a día de la persona que los sufre, se puede pasar a una tristeza patológica, es decir, a la Depresión.
   Por ejemplo; si María sufre la muerte de su marido, es normal que experimente la tristeza propia del proceso de duelo (lo anormal sería no sentirlo). En cambio, si esta tristeza perdura en el tiempo y su intensidad invade toda su existencia, tendremos indicios de que María sufre una depresión. En este estado destaca también la falta de motivación y la pérdida de interés por todo aquello que produciría bienestar: sexo, trabajo, amigos, comer...
   Y es que en la depresión se da una desproporción entre la intensidad, duración y consecuencias de la tristeza con los hechos que la provocaron.


Los primeros síntomas
   Los primeros signos de alerta se dan cuando el sueño y la alimentación se ven alterados, tanto por exceso como por defecto. La persona depresiva suele tener mucho sueño (digamos que se refugia en la cama) o, por el contrario, grandes dificultades para dormir. A nivel psicomotor, la persona con depresión siente una gran fatiga y cansancio, sensaciones que no corresponden a su actividad física real.
   Otro de los signos que se deja notar primero es la apatía. No se tienen ganas de hablar, no se rinde tanto intelectualmente y se registra una disminución de la autoestima. La traducción inmediata de estos síntomas es una pérdida generalizada de ilusión. Nada motiva a estas personas, que se sienten muy solas, aunque en muchos casos intentan disimular el sentimiento mostrándose animadas con los demás.


   La depresión también puede provocar una actitud de agitación e inquietud. La ansiedad es muy común y puede inducir al enfermo a mostrarse irritable con las personas de su entorno. A la vez, éste se siente culpable por su comportamiento hacia los demás, ya que no puede corresponder a los que intentan ayudarle. Tampoco reacciona a los consejos y palabras de aliento. Irremediablemente, ve su futuro muy negro y llega a la conclusión de que sus problemas no tienen solución alguna... cae en una especie de espiral en el que no ve la salida, su conducta autodestructiva se repite, una y otra vez.
   Todo esto puede inducir al aislamiento, y la persona puede incluso llegar a albergar la idea del suicidio. Pierde las ganas de vivir y es presa fácil de conductas desesperadas, como el alcoholismo o la anorexia.

 

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