martes, 15 de septiembre de 2015

Depresión: 2ª parte


El 30% de los casos de Depresión se dan en la vejez y un 20% en jóvenes de 18 a 20 Años
Las etapas vitales de la Depresión
   La depresión juvenil, que se manifiesta en el 20% de los casos y con mayor incidencia entre los 18 a 22 años, es debida a problemas de adaptación, cambios geográficos o de modo de vida, frustraciones o pérdidas en el plano afectivo, entre otras causas.
   En la fase adulta, entre los 35 y 40 años, un 10% de personas (sobre todo mujeres) sufre de depresión por rupturas familiares, cambios en la forma de vida o trabajo.
   La etapa que presenta más casos de depresión, con un 40% de afectadas, es la premenopáusica, cuando en las mujeres aparece el Síndrome Depresivo. Este síndrome es un síntoma desencadenado por los cambios hormonales e influye psicológicamente en la autoestima y valoración personal.
   En la vejez se producen alrededor del 30% de los casos de depresión. Normalmente se da más en hombres que en mujeres y está condicionada por el sentimiento de inutilidad y falta de estímulo que provoca el hecho de dejar el trabajo. Posteriormente, aumenta con el aislamiento social, la pérdida de seres queridos, la debilidad y limitación física de la vejez progresiva y las enfermedades neurológicas degenerativas.

Cambios en el comportamiento
Emocionalmente...
• El embotamiento afectivo impide al enfermo devolver todo el apoyo que la familia y amigos le intentan dar. Esto aumenta, todavía más, su sentimiento de culpa.
• La persona se siente inútil, incapaz, la vida deja de tener sentido ante la imposibilidad de tomar las riendas de su propio destino.
• Existe un sentimiento de vacío, desesperanza y pesimismo que puede hacer llegar, si no al suicidio, a perder las ganas de vivir. Esto se refleja en conductas autodestructivas como el alcoholismo, el consumo de drogas o la resistencia a acudir al médico o a tomar medicación.
• En algunos casos sólo se tienen ganas de llorar. Es un llanto persistente, inmotivado y que no alivia. En otros casos la persona se vuelve irritable y agresiva con su entorno.
• En el trabajo o en aquellas actividades que requieren un esfuerzo intelectual, se aprecia cómo disminuye el rendimiento así como la atención y concentración. Aunque la memoria no se ve afectada, el enfermo suele quejarse de que le cuesta recordar las cosas.
• La relación con los compañeros de trabajo, con los amigos o la familia se vuelve más difícil debido a la incapacidad del individuo de comunicarse y a su aislamiento progresivo.
• Son frecuentes las bajas laborales por dolor de cabeza, trastornos digestivos, vértigos, temblores...
• Se dan casos, no obstante, en que la persona lleva un ritmo my acelerado de trabajo, parece refugiarse en él, huyendo de lo que la deprime.
• A menudo, la ansiedad suele asociarse a la depresión. La crisis puede aparecer cada vez que la persona debe afrontar una situación (por trivial que sea) o bien sin un motivo aparente.


La búsqueda de la felicidad
   La felicidad no se consigue sin realizar esfuerzos. Se debe vencer la falta de autoestima, el rencor, el egoísmo o el miedo... Aprender a dar y, a la vez, a pensar en uno mismo para fomentar la seguridad, confianza, capacidad de decisión y entrega.
   Nuestra sociedad, que nos empuja hacia el individualismo y la competitividad, considera que la felicidad se puede lograr mediante la dependencia, posesión o adquisición de cosas y bienes personales. Cuando estos objetivos no se cumplen, la persona siente frustración e inseguridad, estados que pueden causarle infelicidad.


Consejos útiles para superar con éxito la depresión

    Debemos, ante todo, pedir ayuda psicológica, que variará en función del tipo de depresión y del caso en particular.
   Conseguir ser independientes para realizarnos al máximo. Entender que nadie tiene más conocimiento de causa de nuestros problemas que nosotros mismos.
   Aprender a sentir, vivir y superar los factores de sufrimiento, sobre todo los que implican una pérdida o separación y que nos sumergen en una sensación de soledad.
• Saber interpretar las vivencias que nos han causado dolor. No huir de ellas, sino enfrentarlas y sacarles provecho.
• Desconfiar de los métodos terapéuticos que inducen a la felicidad, como los antidepresivos o la melatonina, ya que se pierde el control sobre uno mismo.
• No infravalorar premeditadamente nuestras posibilidades, no juzgar la propia personalidad y evitar las comparaciones. Es muy importante fomentar el criterio personal de
valoración.
• Tomar una actitud responsable  hacia uno mismo y hacia los demás. Es muy útil plantearse nuevos retos y llevarlos a la práctica, superando la idea de fracaso.
• Ver las cosas tal como son, siendo realistas y evitando soñar con imposibles.            
• Intentar desligar el futuro de un pasado traumático que, aunque nos define, no debe afectar nuestra capacidad de lucha. 
Cómo se puede ayudar

 * Conectar vista médica: La familia no debe dudar en conectar una visita con el médico, aunque el enfermo se muestre reticente a ello.

* Apoyar el tratamiento: Si la persona depresiva desconfía o es escéptica en cuanto al tratamiento (tanto psicoterapéutico como psicofarmacológico), es importe que los familiares apoyen al 100% la terapia.

* Escuchar: La persona deprimida tiene un discurso monótono, centrado en su malestar psíquico. Es importante escucharla e intentar, cuando se pueda, desviar la conversación hacia nuevos campos.
* Comprender: El enfermo necesita recibir apoyo y comprensión pero, en ningún caso, sobreprotección o pena.   Comprenderle significa entender el hecho de que, por sí solo, no puede sobreponerse. El enfermo tiene que percibir que su entorno inmediato no se altera en exceso, aunque sabe que puede contar con él. Esto quizás lo ayude a no sentirse tan culpable y a desangustiarse, ya que puede coger el bastón que le brindan sus allegados para levantarse de nuevo.
   Pero cuidado! La sobreprotección en exceso puede llevar a la persona a no soltar ese bastón, bien porque con él camina mejor, o bien porque le atemoriza el hecho de andar solo.
* Favorecer la recuperación: Es positivo organizar salidas y actividades cuando la persona está en vías de superar la enfermedad, nunca antes, puesto que sólo se conseguirá agravar más el sentimiento de culpa, ya que todos se desviven por la persona afectada y ésta no puede hacer nada por corresponder a tanta atención.

 

 

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