viernes, 11 de septiembre de 2015

Depresión, como cambatirla: 2ª parte



La depresión es la señal de alarma de un bloqueo
emocional producido por la conjunción de varias situaciones
conflictivas simultáneas
+ De expresión orgánica. Se manifiestan preponderantemente alteraciones de tipo somático (disminución del metabolismo, estreñimiento, debilidad constitucional, signos vasomotores como sudoración, taquicardia, temblor, dificultad respiratoria (disnea), crisis hipertensivas...). Algunas personas diagnosticadas de depresión tienen un déficit de hormonas tiroideas, que son las encargadas de regular nuestro metabolismo en relación al mantenimiento de la temperatura corporal, la actividad muscular y las funciones vitales. La alteración tiroidea sobreviene, en estos casos, después de un “desgaste” producido por circunstancias de excesiva responsabilidad y entrega hacia las cosas de los demás. Este déficit funcional conduce a la experimentación de sentimientos depresivos por falta de capacidad de actuación.
+ De trastorno bipolar. Se alteran cuadros de depresión y euforia. Su expresión máxima es la psicosis maníaco-depresiva.

Factores vivenciales
Cuando nos preguntamos qué es lo que en realidad deprime a la persona, encontramos tres aspectos a tener en cuenta:
+ La agresividad motriz: Es una forma vital de energía y actividad que induce a defendernos de situaciones y personas, y a superar los obstáculos externos que se interponen en la búsqueda de nuestras metas. Por tanto, el que reprime con miedo su agresividad, reprime también su energía vital y su actividad. La agresividad reprimida, bloqueada de modo psicológico (no orgánico) y que no es conducida hacia el exterior, se convierte en dolor interno.
   Esta situación convierte al emisor en receptor de su propia agresividad, cargando sentimientos de culpabilidad, que se manifiestan en forma de dolor. Para tratar la depresión, siempre hay que preguntarse a quién se dirige este sentimiento y buscar su vía de salida, ya que la agresividad, dirigida contra uno mismo, se convierte en un sentimiento de autodestrucción cuya expresión más clara es el suicidio.
+ Responsabilidad: El miedo existencial que sufre el depresivo hace que rehúya responsabilidades y evite cualquier grado de actuación externa, sin encarar activamente la vida. Al ser consciente de esta situación, se produce un sentimiento de culpabilidad por la falta de actuación con una carga de desvalorización de sí mismo, que lleva a la necesidad permanente de afrontar las responsabilidades. Esto hace que aparezcan sensaciones de miedo e inseguridad al entrar en momentos cambiantes de nuestra vida, aunque éstos sean favorables.
+ Soledad y miedo a la muerte: El conflicto radica en que se teme tanto a la vida como a la muerte. La depresión transforma todo lo vivo (movimiento, cambio, relación social, comunicación, amor...) en el polo opuesto, lo que lleva a la apatía, la inmovilidad, la soledad y los pensamientos de muerte.
   La persona depresiva tiene miedo a la vida activa, puesto que trae consigo asumir la realidad y las responsabilidades de las cosas. Por eso, se acrecientan en ella los pensamientos sobre soledad y muerte, aunque de modo paradójico necesite personas a las que aferrarse. De este modo, la muerte o la separación de un ser querido suelen ser desencadenantes de una depresión.


El sentido de la felicidad
   La felicidad, como sentimiento, es un estado que debemos conquistar activamente, desarrollando nuestra capacidad amar. Para conseguirla tenemos que vencer enemigos internos como la falta de autoestima, el rencor, el egoísmo o el miedo y aprender a dar y a pensar en nosotros mismos, fomentando nuestra seguridad, confianza, capacidad de decisión y entrega. Quien no se quiere a sí mismo, poco puede dar de sí a los demás.
   Sin embargo, el camino que ha tomado el hombre occidental sobre el sentido de la felicidad radica en el apoltronamiento de la comodidad. Esto conduce irremediablemente al vacío, a la violencia y a la agresividad sobre uno mismo y al aislamiento, buscando patrones de conducta cada vez más individualistas que ayuden a sentimos más seguros en nuestras ganancias personales y en la adquisición de cosas.
   La persona depresiva es hipersensible a las situaciones que vive personalmente su entorno, y se siente infeliz al verse incapaz de superar este estado, consecuencia de su inseguridad y miedo. Se tiende a creer que la búsqueda de felicidad se puede lograr mediante la dependencia de algo, y en esta solución pasiva radica la obligación a seguir ciertas pautas de conducta y medicación que devuelven al infeliz su necesidad vital, creándose un vínculo de dependencia. De este modo, la felicidad es un objeto de consumo que se puede adquirir artificialmente mediante medicamentos prometedores que nos hacen sentir lo que no somos.


Cómo vencer la depresión
   Para lograr este objetivo, el ser humano tiene que lograr su propia independencia y realización. Es necesario que desarrollemos nuestro propio criterio (nadie tiene más conocimiento de causa de nuestros problemas que nosotros mismos, aunque no sepamos qué hacer con ellos), que nos hagamos cargo de nuestras necesidades y, sobre todo, que reduzcamos nuestras necesidades externas para ser más libres, maduros y solidarios con los demás.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario