viernes, 9 de octubre de 2015

Educar frustando......a los niños: 2ª y última parte


Pablo y Patricia: frustración con estilo
   En general, el estilo educativo más adecuado es el “democrático”, es decir, afectuoso, interesado por los asuntos de nuestro hijo, exigente en el respeto a las normas de convivencia y desempeño, rara vez castigador, favorecedor de la autonomía personal sin transgredir las reglas, tratando al pequeño como interlocutor y no como subordinado en los temas que le incumben, con una actitud abierta, receptiva, comprensiva y de aceptación incondicional.
* Pablo es un niño de cuatro años que quiere que su papá le haga todos los dibujos para colorearlos él. Su papá decide, con buen criterio, ofrecerle la posibilidad de hacerle un dibujo por cada uno que haga él solo. Días después, le ofrece colorearle alguno y, más tarde, le pide que por favor le haga un dibujo coloreado para enmarcarlo y adornar una habitación.
   Este es un ejemplo en el que se usa la frustración de un deseo para facilitar el desarrollo autónomo del niño, y que, por cierto, funcionó.
* Patricia, sin embargo, tiene cinco años y dibuja como Picasso, lo que le ha hecho creer que todo dibujo que se haga en casa ha de llevar, al menos, su “cotizada” firma. Para ello, pretende completar los dibujos de su hermano Pablo, a quien le viene bien la confianza de Patricia. Nuevamente interviene el padre, invitando
a Pablo a terminar su dibujo y a Patricia a enseñarle a su hermano a escribir su primer apellido junto a su propio nombre, que deberá escribir él mismo en un ángulo de la hoja.
Así, todos contentos.

La riqueza de los cinco años
   Y es que el niño de cinco años de edad es ya muy capaz, pero apenas está con sus padres, de quienes demanda cariño, escucha, comunicación y juegos compartidos. En este caso, suele sufrir una frustración muy poco edificante. La solución, reconstruir la escala de valores: después del mínimo imprescindible para subsistir, apagar el móvil y... ¡a jugar con él! Ningún lujo compensa la falta de tiempo dedicado (con calidad) a los hijos.  Ellos están antes y mamá no basta. Además, privarles de nuestra compañía no es manera alguna de frustrarles bien ni de quererles correctamente. Ponerles límites a posibles excesos o insuficiencias resulta más educativo, así como involucramos en sus intereses en la medida en que veamos que nos necesitan, procurando dejarles siempre la oportunidad de aprender equivocándose y elogiando lo que aprenden de sus errores.

Hijos caprichosos pero ¿y los padres?
   Para tener hijos caprichosos, nada más fácil que decirles que sí a todo. A menudo, padres  que sufrieron todo tipo de restricciones afectivas o materiales tratan equivocadamente de compensar sus propias frustraciones, concediéndoles todos los caprichos que les piden. Mal comienzo para esos niños. La infelicidad les espera. En el futuro, comprobarán que la cantidad de insatisfacciones que la vida adulta depara es muy  suprior a la que aprendieron a soportar, sintiéndose desgraciados,
   Además, tendrán probablemente dificultad a la hora de realizar esfuerzos tan simples como ir al trabajo u ocuparse de sus cosas, que esperarán las hagan otros a cambio de nada. Las metas no tendrán sentido alguno para ellos, dado que en el pasado obtuvieron valiosos objetos y experiencias sin esfuerzo alguno. Debemos, pues, ser capaces de decir “no” al deseo de nuestros hijos pensando en ellos. Sólo así conseguiremos que sean progresivamente responsables y autónomos, capaces de amar y de sentirse amados, y de valorar adecuadamente el fruto del esfuerzo propio y ajeno.


El acuerdo necesario
No sólo es importante que seamos congruentes ante el niño, también tiene que haber congruencia entre lo que digamos y hagamos, para no crear confusión y una mala frustración en el pequeño.
   Si papá se empeña en que esté en la cama a las diez de la noche pero mamá decide permitirle quedarse una hora más jugando, al niño se le creará un conflicto innecesario, acabando por desconocer a quién debe hacer caso. La falta de acuerdo constante entre los padres acerca de lo que los niños deben o no hacer les perjudica, especialmente, cuando se les pide que actúen a partir de órdenes contrarias. Conviene, así, hablar las cosas antes de pedir al niño que haga o deje de hacer tal o cual cosa, no poniéndole en la injusta situación de obedecer a uno en contra del otro.
 
 
Cómo saber si eres un padre blando
* Permites a tu hijo elegir la actividad a realizar sin criterio externo alguno, el pequeño deja de ir al colegio cuando quiere, se niega a acompañarte a la compra o renuncia a hacer las tareas que le tocan, domésticas o escolares, sin oposición alguna por tu parte.
* Equiparas la opinión de tu hijo con la tuya propia, dejando que se imponga ésta última por sistema o mayoritariamente.
* Accedes a buena parte de los deseos de tus hijos, otorgándoles los caprichos sin concederles importancia ni relacionarlos con mérito contraído alguno.
* Intentas que los hijos de los demás giren en torno al tuyo, incluyendo que se dejen golpear por él impune e injustamente, lo que justificas rápidamente como “cosas necesarias y propias de los niños”
* Dejas que tu hijo invada tu terreno, incluido el dormitorio y el rato de lectura o descanso, siendo incapaz de pedirle un aplazamiento a un momento más oportuno.
* Te limitas a saber que tu hijo va al colegio, resultándote indiferente cualquier progreso o atasco, pues consideras que lo único importante es que el niño haga lo que quiera hacer.
* Ante tu cónyuge, los deseos de tu hijo son órdenes.
* Eres incapaz de animar a tu hijo a intentar hacer cosas nuevas o mejor hechas, de modo que te parece “suficiente’ y “correcto” todo lo que hace y cómo lo hace.

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