martes, 29 de marzo de 2016

Complejos: Edipo y de Electra, 2ª parte


Edipo, un complejo mítico
   Dada la repercusión del Complejo de Edipo, conviene recordar el origen histórico de este concepto. Para su formulación, Freud se basó en un pasaje de la mitología griega en el que Edipo, todavía en el vientre de su madre Yocasta, acabaría con la vida de su padre para poder contraer matrimonio con ésta. En efecto, sólo la muerte de su padre podía transmitir al non- nato Edipo la creencia de poder estar junto al corazón de su madre, siendo el único objeto de su cuidado y de su amor.
   Algo parecido a esto se supone que ocurre con cada uno de nosotros en la relación filial con nuestros padres, donde las emociones dificultan un encuentro natural con ellos; emociones que muchas veces se encuentran disfrazadas bajo el ropaje de disputas o distanciamientos, a menudo inexplicables, como medio más soportable de dar salida a tan fuertes e inaceptables impulsos. El mero rechazo que podemos sentir hacia la idea del Complejo en cuestión nos indica ya la fuerte resistencia a tomar consciencia de este hecho.


Inferior pero a gusto
   En otras ocasiones, la relación de pareja se establece en función de los complejos existentes, al margen de la diferencia de edad. En estos casos, Edipo aparece en cualidades sobresalientes del padre o la madre amada, o de ambos, encubriendo la verdadera necesidad subyacente a una declaración amorosa y que, lejos de dirigirse realmente a la pareja, se hace a través de uno de los progenitores.
  
En estos casos, los comportamientos de la pareja que se alejen del progenitor amado e idealizado serón con frecuencia causa de disentimiento y, eventualmente, de definitiva ruptura conyugal. La excusa típica que se da en estos casos es una supuesta decepción, cuyo responsable es la persona amada, mientras que otras personas sienten incluso repulsión al mantener relaciones sexuales con alguien que, en el fondo de su corazón, no hace sino sustituir en lo posible a su padre o a su madre.
   En tal supuesto, la pérdida del deseo sexual antecede siempre a la separación final, pues resulta inadmisible que la pareja se revele como alguien distinto de nuestro progenitor amado, por lo que se opta por la disolución.


   Una elección edipica de nuestra pareja nos abona de antemano al conflicto y al fracaso, por más que dure esta situación, tan inconsciente como manipuladora. Por todo ello, conviene reflexionar acerca de los sentimientos actuales hacia nuestros padres: por ejemplo, un sentimiento de asco a ser tocados por uno de ellos revela, con toda probabilidad, una tendencia inadmisible y reprimida que condicionará nuestra búsqueda de pareja, acercándonos peligrosamente al fracaso.
   En cambio, una relación fluida y razonable con nuestros progenitores es una buena base a la hora de plantearnos la posibilidad de buscar una persona a la que entregarnos y con la que llenar esa intensa y maravillosa parcela de nuestra vida a la que llamamos amor.
Claves para reconocer y reciclar tu Edipo

 1 Tómate una tarde para escribir los primeros recuerdos que tengas en relación con tus padres, concéntrate en anotar los sentimientos más relevantes, si te considerabas la hija o el hijo preferido y cómo se traducía esto en tu relación con tu padre o con tu madre.
2 A continuación, escribe lo que recuerdes acerca de tus primeras diferencias con tus padres, señalando en especial aquellos puntos en los que sintieras que te impedían alejarte de ellos o compartirte con terceros.
3 Anota qué sientes al oler la colonia o el perfume de tus padres, o cuando te tocan para abrazarte (si es que lo hacen) o para besarte, cuánta más angustia sientas, mayor complejo de Edipo.
4 Seguidamente, toma nota de los principales sueños en los que ellos aparezcan, independientemente de su contenido moral o lógico. Éstos contienen mucha información de los deseos más fuertemente reprimidos:
a mayor recuerdo, menor represión. Repasa también tus dificultades actuales para emprender largos viajes, especialmente en avión.                                                                                                                                                              
5 Reflexiona relajadamente acerca de toda la información obtenida y plantéate en qué aspectos podrías mostrarte en adelante ante tus padres como un ser adulto e independiente, antes que como mera hija o hijo.
   Esto incluye la expresión verbal y no verbal (besos, caricias, abrazos, sonrisas) de los afectos más tiernos entre padres e hijos. Acercarte relajadamente a ellos suele ser una forma segura de vivir la experiencia con satisfacción, reduciendo la carga de ansiedad al mínimo. Si no necesitas hacer esfuerzo alguno para expresarles tus pensamientos y sentimientos, probablemente estás fuera de un Complejo de Electra o de Edipo.
6 Para terminar, repasa las relaciones sentimentales que has tenido hasta el momento, prestando especial atención a lo que tengan en común con tus padres (por separado). Esto te indicará si buscas o has estado buscando una pareja que, de alguna manera, te recuerde a tu padre o a tu madre, independientemente de los sentimientos hacia ellos.  

Cuando Edipo cede

    La edad crítica para la superación de los Conflictos de Edipo y Electra son los tres años. A esa edad, la identificación con el padre y/o con la madre ya ha adquirido toda su intensidad. Para ello, puede ser útil:
1 Facilitar a los pequeños la relación con otros niños y niñas de distintas edades, lo que les permitirá conocer otros rasgos de personalidad no tan presentes en sus familiares más cercanos.
2 Explicarles, tan pronto como sea posible, que son personas distintas, que cambiarán y se harán cada día más interesantes, de modo que la relación entre los miembros de la familia será más divertida.
3 Permitir que el niño actúe de modo distinto a su padre y a su madre, siempre dentro de los límites de lo razonable, favoreciendo así su diferenciación.
4 Evitar ante él los comentarios acerca del parecido físico o de carácter que se puedan advertir. Con ello se evitará el efecto de sugestión, que podría provocar que el niño o la niña tratara incluso de imitar determinados rasgos ensalzados por sus familiares, en detrimento de los más consonantes con sus propias tendencias.
5 Evitar tratarles como el “maridito de la madre’ o la “mujercita del padre”, lo que ocurre con mayor frecuencia de lo que nos imaginamos. Ni el niño ni la niña existen para los padres, sino para sí mismos y, en el futuro, para su pareja (si deciden y pueden tenerla) y no son ni hombrecitos ni mujercitas, sino simples niños.
6 Aceptar que elijan libremente aficiones y futuras profesiones, incluyan o no las que han tenido o admirado los progenitores, abuelos, etc.
7     Mostrarse ante los hijos sin afectación, es decir, transmitiéndoles una imagen de sí mismos lo más ajustada a la realidad: ya se encargarán ellos de exagerarla.

 

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