miércoles, 31 de agosto de 2016

Medicina precolombiana, 4ª y última parte


AMÉRICA DEL SUR
Chibchas
   Las tribus cazadoras con lengua afín a la chibcha estuvieron asentadas desde 8000 a. de C. entre el actual territorio nicaragüense y el ecuatoriano, hasta que hacia 1000 a. de C. la introducción de influencias olmecas, principalmente el cultivo del maíz, les permitió desarrollar la agricultura. Al final del período precolombino el área chibcha estaba fragmentada en multitud de tribus en conflicto, destacando por su evolución cultural los muexcas, muiscas o Moscas, vocablo que en lengua chibcha significa gentes.
   Fue un pueblo que vivió austeramente, y como dice Pedro Simón (1627), los jeques “se preciaban de médicos y de que anduviesen juntos los dos oficios, porque conocían unas yerbas buenas para las heridas de que hay tantas en esta tierra, y para otras enfermedades a que también acudían usando mil ridículas ceremonias entre las aplicaciones que hacían de ellas”.


Incas
  El dominio del área andina por los Incas del Cuzco, con la unificación política y militar del Tahuantinsuyu, consumada en 1470 d. de C., tuvo una influencia decisiva en las prácticas médicas del incanato. Uno de sus procedimientos curativos era el trance alucinatorio del curandero mediante drogas psicotrópicas, bien con la aspiración nasal del polvo de semillas de yuca o huilca, nombre quechua del yopo o cohoba, Anadenanthera peregrina, o con infusiones de ayahuasca o yagé, Banisteria caapio del chamico, Datura tutula, según las áreas andinas.
   Se ha especulado sobre la anestesia utilizada por los Incas en las intervenciones quirúrgicas, algunas de larga duración, y ciertos historiadores como Raoul d’Harcourt (1939) sugieren que pudieron realizarse sin anestesia o bajo los efectos de alguna droga que no llegan a identificar; otros mencionan la coca, pero ésta carece de acción anestésica general, aunque fue utilizada como anestésico local, según indica Bernabé Cobo (1652), en los dolores de muelas. Juan de Betanzos (1551) afirma que en la ceremonia de la perforación de las orejas, los que iban a ser intervenidos quedaban inconscientes después de beber chicha, bebida alcohólica de consumo habitual, de baja graduación y obtenida por fermentación del maíz; por otra parte, entre los indios Yungas de la costa del Pacífico se potenciaban los efectos anestésicos de la chicha, bebiendo en su lugar la chicha fuerte o sora, a la que se agregaba el palo de una fruta seca llamada espingo, y esta bebida, a la que llamaban yale, embriagaba con gran rapidez.
   Las drogas más utilizadas fueron de origen vegetal, principalmente purgantes y eméticas como la Euphorbia penicillata, la Jatropha gossipiifolia y el Schinus molle. El balsámico de Perú, Myroxylon peruiferum se utilizaba como cicatrizante, y el bálsamo de Tolú, Myroxylon toluiferum, como expectorante. Además del tabaco o sayri en poiyo, de uso precolombino generalizado, usaron plantas nativas: asipa, apincoya, ayrampo, capuli, chuchu, huayruru, layan, llampu-quisa, lucet, mus que, maju, mancapaqui, mayten, sacha sackarara, thoupa y otras más en las cuales se ha confirmado cierta actividad farmacológica. Las drogas que dieron merecida fama a la materia médica andina fueron la coca o hayo, Erythroxylon coca y la quina, Cinchona calisaya. La coca fue un arbusto cultivado en chácaras bajo el control del inca, y sus hojas, un preciado artículo de consumo para suprimir la fatiga, la sed y el hambre, por su acción anestésica sobre el estómago, y a la vez estimular las funciones cerebrales, debido a su contenido en cocaína. En cambio, respecto a la corteza del quino o quina, aunque autóctona del Tahuantinsuyu, no existen indicios de que hubiera sido conocida ni utilizada en el período incaico, antes bien, los indígenas se resistieron a utilizarla en las fiebres después de que hacia 1635 se estableciera su actividad específica frente al paludismo y las fiebres, como ha señalado Francisco Guerra (1977).


Amazónicos
   Los pueblos precolombinos más numerosos, y los que ocuparon el área continental más extensa fueron los que habitaron al Este de los Andes, entre la Guajira y el río de la Plata.
   Su ceremonia curativa consistía en el trance del wishinu o curandero jíbaro, mediante una infusión de ayahuasca, cayapi o yagé, Bisteria caapi, o también la infusión de huanto o guantug, Datura sanguinea o floripondio, servía igualmente la insuflación nasal de rapé de semillas de yopo, Anadenanthera peregrina. Los Jíbaros consumían infusiones estimulantes de gua yasa, llex gua yasa y mascaban y fumaban las hojas enrolladas de sasango o tabaco. Durante la ceremonia, el wishinu hacía sahu-merios y soplaba sobre el enfermo, mientras que en sus alucinaciones adivinaba el lugar donde estaba alojado el dardo o la espina causante de la enfermedad que aparentemente extraía succionando. También administraba cocimientos de hierbas a las que atribuía propiedades mágicas, como es el caso de una ciperácea que decía aumentaba la fertilidad, o agitaba al aire las hojas de sasango para llamar en su ayuda a los espíritus.
   El curandero de los Tupíes, tribu establecida en el interior y la vertiente atlántica brasileña, llamado según las tribus pajé, caraiba, paywasu..., cuando era llamado a curar a un enfermo aspiraba por la nariz polvos de paricá, semillas de Anadenthera peregrina, o bebía un cocimiento de yagé, Banisteria caapi, y tras danzar alrededor del enfermo llegaba al trance donde se comunicaba con el espíritu de Anhangá, que le revelaba la causa de la enfermedad y el modo de curarla.
   Otras tribus tupíes tenían prácticas médicas diferentes. Entre los Taupilang, como indica Alfred Metraux (1928), los espíritus de las plantas ayung contribuían a la curación de los enfermos, de ahí que los curanderos, que habitaban en casas situadas en las ramas más altas para ahuyentar los malos espíritus, utilizaran un ramo de hojas verdes en lugar de maracas.
     Los Guaraníes constituían tribus nómadas, asentadas en las riberas de los ríos paraguayos, cuya dieta era básicamente vegetariana, basada en mandioca, batatas, maíz, fréjoles, amanduvi o maní y algunas leguminosas. Consumían en abundancia frutas y miel, y poco pescado y carne, apenas usaban la sal, y su condimento principal era el ají. Destacaban entre otros pueblos precolombinos por sus prácticas higiénicas, y utilizaban como jabón las semillas machacadas de la espina de corona o de ñandyrá, para evitar las picaduras de insectos se untaban la piel con urukú o bija y con el cocimiento de para yo palo amargo. Preparaban una bebida alcohólica, kaui, por fermentación de la mandioca y la batata, y la bebida habitual tras las comidas era una infusión de mate o guarana, que por su contenido en cafeína eran estimulantes. El curandero o pajé alcanzaba un trance mediante drogas alucinógenas como el yuyra pajé, árbol del hechizo Myrocarpus frondosus o el kurupay, Piptadenia macrocarpa, para obtener la ayuda de los espíritus.
   Tanto Moisés Santiago Bertoni (1927) como W. Müller (1928) han identificado numerosas plantas con reputación medicinal, purgantes y eméticas, unas administradas en infusiones y otras de forma externa, que para los guaraníes tenían virtudes mágicas, pero cuya actividad no siempre es posible confirmar.


Patagones
   Las tribus de origen patagónico ocuparon durante el período precolombino el cono sur americano a ambos lados de los Andes. Sus curanderos wilan celebraban ceremonias donde inhalaban semillas semitostadas en polvo de cebil, Piptadenia macrocarpa, y durante las alucinaciones que les provocaban creían que su espíritu se desdoblaba y se unía a otros espíritus que les daban poder para curar a los enfermos.
   Hemos podido conocer, a través de las prácticas médicas y las costumbres de los diferentes pueblos, cómo los logros de la medicina precolombina fueron en gran medida debidos a la integración de sus recursos materiales y espirituales dentro de la concepción mágica religiosa de la enfermedad.


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