domingo, 4 de septiembre de 2016

Memoria ¡No te olvides de ella! Mejora tu capacidad para recordar, 1ª parte


¿Qué conocemos acerca de nuestra memoria? ¿Sabemos sacarle el máximo partido?                    ¿Te preocupa que tu mente quede en blanco? ¿Temes al olvido?                                                        
Las respuestas a estas inquietudes, a tu alcance en estas páginas.
Recordar la información adecuada en el momento adecuado
   En muchas ocasiones, cualquiera de nosotros desearía poder apelar a los favores de Mnemosina (diosa de la memoria), por ejemplo, cuando tenemos que utilizar esa palabra que “está en la punta de la lengua” y no quiere salir; o cuando nos detenemos repentinamente en una habitación preguntándonos “pero qué es lo que he venido a buscar aquí?”
   El nombre de Mnemosina proviene del término griego mnemon, que significa “consciente”. Precisamente, el hecho de traer a nuestra Memoria una información previamente adquirida mucho tiene que ver con nuestra consciencia, con nuestro estado de atención, con nuestra intención e interés, y también con aprender a conservar o descartar palabras, números, sucesos o eventos.
   De hecho, un dicho más ligado a lo filosófico que a lo meramente biológico o emocional, legado por los antiguos griegos, dice así: Sabiduría, es saber qué cosas recordar y qué cosas olvidar en la vida.


   La Memoria, frágil y a la vez permanente, depende de fenómenos biológicos y psicológicos. Siendo una de las facultades del cerebro, es sensible a la fatiga, al ayuno y al estrés, por lo que es fundamental un sueño de calidad y una alimentación rica en nutrientes. Como hecho psicológico, depende también de maestros comportamientos y emociones, Conocer su funcionamiento nos permitirá potenciar sus diferentes áreas y mejorar nuestra capacidad mnemica más allá de preconceptos, edad o características personales.
   Así pues, una vez esbozado el aspecto filosófico de la cuestión, es necesario hacer un breve recorrido por los factores psicológicos que intervienen en ella, ya que considerar cada uno de estos aspectos, permite una auto-evaluación paulatina y desmitificadora sobre algunos tópicos, algo que seguramente nos ayudará a eliminar barreras, miedos y el sentimiento de baja autoestima, así como a motivarnos para trabajar en la recuperación de nuestras capacidades adormecidas.

Su importancia real
   La importancia que atribuimos a la Memoria no sólo se debe a que tuvo una jerarquía suprema en las sociedades anteriores a la escritura, sino a que ésta abarca la totalidad de nuestros conocimientos, experiencias personales y sentimientos ligados a ellas. Nuestros recuerdos están enriquecidos por los matices personales de nuestras opiniones e interpretaciones y, todo ello, constituye nuestra propia visión del mundo. Gracias a la memoria recordamos el pasado que nos permite adaptarnos mejor al presente y proyectar nuestro futuro.
   Todos tenemos o hemos tenido lapsus de Memoria (dificultad para retener números de teléfono, nombres célebres cuyo rostro sí podemos recordar, ciudades, fechas históricas...) y en cambio, algunos episodios dolorosos que desearíamos olvidar, se nos repiten constantemente.


   Cuando aparecen estas dificultades para recordar, tememos perder algo más que la información misma: esta situación nos inquieta y angustia porque nos inspira el miedo a una senilidad precoz, o de otros daños severos en el funcionamiento cerebral que nos impediría nuestra capacidad de adaptación.
   Sin embargo, en la mayoría de las veces, esta inquietud podría ser interpretada como una invitación a atender y cuidar nuestro estado general, en relación al tiempo y modo de vida que estemos llevando.
   Preocuparnos solamente ante las pequeñas fallas de Memoria puede aumentar los bloqueos, actuar como una interferencia más de nuestras facultades, resultando contraproducente. Así pues, lo más acertado será ocuparnos de este tema ya que la facultad de memorizar se desarrolla aprendiendo.
   Y quizás cuando el bagaje de conocimientos adquiridos comience a debilitarse, sea tiempo de trabajar en nuevos aprendizajes, para adquirir y retener otros conocimientos que nos permitan actualizamos con mayor flexibilidad y eficacia en las diferentes etapas que conforman nuestra vida.
De memoria y de olvidos...
   Como hemos visto, la verdadera importancia que tiene la Memoria en nuestro desenvolvimiento, no se refiere a la Memoria automática, es decir, a la mera destreza mnémica, pues a nadie le interesaría retener todos los datos y estímulos que nos impactan permanentemente.
   Un buen camarero, de los que pueden tomar
15 o 20 pedidos de consumición sin olvidar ninguno, tendría graves problemas de adaptación si acumulara toda la información que recibe en una sola jornada. En este ejemplo, su facultad para olvidar parece tan importante como el tipo de Memoria que ha desarrollado en su trabajo.
   Cabe considerar entonces que el olvido es parte integrante del funcionamiento de la Memoria ordinaria, es decir, de la Memoria cotidiana a la que recurrimos a cada momento. De hecho, se considera patológico o fuera de lo normal la hipermnesia (imposibilidad de olvidar) que padecen unas pocas decenas de personas en el mundo.
   Por otra parte, algunas personas que gozan de una excelente Memoria profesional, en su casa resultan ser luego sumamente distraídas, olvidan sus llaves, las gafas, las visitas que han concertado, etc. Esto da cuenta de los distintos tipos de Memoria, existentes, por lo que tradicionalmente se la define como un proceso que se desarrolla en tres etapas: Memoria sensorial, Memoria a corto plazo y Memoria a largo plazo.


La percepción
   En realidad, sólo existe Memoria de aquello que hemos percibido, de manera que el papel de la percepción es fundamental como punto de partida para nuestra facultad de memorización.
   Percibimos sólo algunas cosas de cuanto nos rodea, pues de forma natural, pasamos por un filtro las impresiones que forman parte de nuestros centros de interés y de nuestra predisposición.
   De modo que, para retener información en nuestra Memoria, es necesario escuchar y mirar atentamente aquello que nos interesa de todo cuando vemos u oímos. Así, podemos decir que para tener Memoria, es necesario previamente, tener un sistema intencional.
   Prestar atención es tener intencionalidad, seleccionar elementos de nuestro interés entre la multitud de estímulos que recibimos a diario. Si no fuera así ninguna información se destacaría de otras y, el mundo, o nuestra realidad, carecería de relieves. La falta de Memoria de muchas personas se debe precisamente a una falla en esta intencionalidad consciente, y no a un problema neurológico, ya que nuestra Memoria depende de la calidad de nuestras percepciones.


¿Cuál es la capacidad mnémica normal?
   La capacidad mnémica se refiere al número limitado de información que somos capaces de retener en la Memoria a corto plazo. Según los investigadores, si leemos una lista de 15 palabras o cifras desordenadas, e intentamos repetirla sin volver a mirar el papel, la capacidad normal de restituir la información a nuestra memoria oscila entre los 5 y 9 elementos.
   Estas pruebas suelen dar niveles inferiores en personas que no entrenan su Memoria y, a la vez, resulta fácil superar esas marcas si se mejora en general el estado de atención y se aprende a organizar la información de forma adecuada.
   Pero este tipo de datos está sujeto al olvido, ya que pocos elementos calan en la Memoria a largo plazo. La transferencia de informaciones de corto a largo plazo depende de procesos de análisis, codificación, criterios de selección y estrategias de restitución. Sólo así, la información que recibimos se guardará en la Memoria en forma de engrama (la huella que deja en el cerebro un acontecimiento del pasado individual).
   De todos modos, los juegos de mnemotecnia resultan excelentes ejercicios para poner en forma nuestra Memoria, ya que ésta funciona comparablemente al efecto “bola de nieve” (cuanto más rueda, más crece).


 

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