domingo, 30 de octubre de 2016

Como extraer los principios activos de las Plantas


La preparación de una infusión, una decocción, unos vahos.., y las dosis a utilizar en cada procedimiento, son conocimientos sencillos, pero de gran utilidad para el perfecto aprovechamiento de todas las sustancias de las plantas.
   Para la extracción de los principios activos de las plantas medicinales existen varios métodos. Gracias a estos las plantas dejan que sus propiedades sean extraídas de la forma más natural e íntegra posible.
   Para que estos principios activos sean aprovechados de la mejor forma posible existen unas reglas fundamentales que por su sencillez y fácil aplicación muchas veces nos pasan desapercibidas, pero que son de gran importancia.
   En cualquier planta medicinal, a parte de un principio activo (llámesele alcaloide, glucósido, aceite esencial...), existen otras sustancias como alcoholes triterpénicos, taninos, vitaminas, aminas... así como abundantes sales minerales. Parte de estas sustancias suelen ser extremadamente volátiles, tanto, que a través del vapor del agua se podrían perder de forma importante.
   Con algún sistema de condensación a través del contraste con el frío se pueden retener y hacer de esta forma más potente la receta.


PARTES DURAS Y BLANDAS
   Hemos de procurar que al extraer los principios activos de la planta, tardemos el mínimo tiempo posible. Sin embargo, ello dependerá de la consistencia de la planta, de su dureza o lenidad, de ahí que podemos hacer dos divisiones importantes de las partes de una planta: las partes duras y las partes blandas.
   Las partes duras de una planta son aquellas que muestran mayor resistencia, de aspecto coriáceo y fortaleza resistente. Estas son: las raíces, las cortezas de las ramas y de los tallos, los frutos, bayas y las semillas.
   Las partes blandas de una planta son aquellas que muestran menor consistencia y menor resistencia, suelen ser flexibles: las flores, las hojas, los tallos.
   Para tratar las partes blandas de la planta no necesitamos un proceso duro e intenso para extraerle las sustancias y los principios activos. Sin embargo en las partes duras si necesitamos un proceso más violento, mediante el cual se pueda extraer la totalidad de sus principios activos y de todas sus sustancias.
   El agua diluye las sustancias solubles, y a través del fuego se produce un proceso alquímico de sintetización y transmutación de algunas sustancias. Así, el fuego y el agua son dos elementos indispensables para la extracción de los principios activos de las plantas y de sus sustancias.
   Para que todo este proceso se realice de la forma más óptima posible hemos de partir de un principio básico: la planta debe estar total mente seca. Separaremos las partes duras de las blandas, y en su almacenamiento es imprescindible que tanto las raíces como las cortezas estén bien troceadas en partes lo más pequeñas posibles, así facilitaremos el proceso de extracción.


LA MEZCLA

   La mayoría de las ocasiones, para un preparado utilizaremos de dos a siete plantas, lo que denominamos mezcla.
  
Esta mezcla acostumbra a ser de diferentes partes de la planta, componiéndose de partes duras y partes blandas, a esta mezcla la llamaremos mezcla mixta.
  
Cada planta tiene un fin concreto, y en su conjunto aportan soluciones para una determinada dolencia. Varían, naturalmente, según el objetivo o problema a solucionar.
   Para dosificarlas existe un sistema que podríamos denominar a partes iguales consistente en seleccionar la misma cantidad de cada planta.
   Para realizar esta mezcla a partes iguales utilizaremos las manos, que deben estar bien limpias, y procederemos a la mezcla con los dedos.
   Este proceso se debe hacer concienzudamente durante tres minutos como mínimo.
   Después las colocaremos en un recipiente y las conservaremos bien tapadas. Una vez preparada la mezcla podremos utilizarla en las dosis convenientes según realicemos una infusión o una decocción.
   Existen tres medidas que podríamos llamar universales, de fácil y rápida definición, sin tener que recurrir a básculas de precisión, etc.
   Se basa, sencillamente, en las medidas de las tres cucharas más habituales: sopera, de postre, y de café. En definitiva de lo que se trata es de una dosificación, pues cada cuchara tiene una capacidad de medida diferente.
   Debido al peso especifico tan variado de las plantas, su valor se estructurará en gramos fluidos, como si midiéramos o pesáramos agua. Una cucharada sopera equivale a 18 gramos fluidos; una cucharada de postre equivale a 5 gramos fluidos; y una cucharadita de café equivale a 2 gramos fluidos.
   Normalmente, si la planta no contiene algún alcaloide o sustancia fuerte, la medida que se suele utilizar es la cucharada sopera de mezcla por taza de infusión o decocción, si lleva alguna sustancia un poco fuerte se suele utilizar la cucharada de postre, y si lleva alguna sustancia muy fuerte, utilizaremos la cucharadita de café.
   Otra forma de medir las proporciones es la de utilizar una pizca (medida usual en tratados y publicaciones, incluso en recetas culinarias, sobre todo para la sal y especias). Una pizca es la cantidad de hierba que podamos coger entre los dedos pulgar, índice y corazón juntos, formando una pinza. Aproximadamente equivale a una cucharada de postre


LOS MÉTODOS

   La extracción de las sustancias, como veremos más adelante, se puede obtener de dos formas muy óptimas.    Utilizaremos un proceso u otro dependiendo de las partes de la plantas que tratemos.
   Cuando tratemos partes blandas podemos utilizar la Infusión y con las partes duras utilizaremos la Decocción. De esta forma no existe una extracción violenta para aquellas partes de las plantas que con suma facilidad sueltan sus sustancias y aplicaremos la extracción de forma más violenta en aquellas partes que más les cueste soltar sus sustancias debido a su resistencia.


LA INFUSIÓN

   Es la maceración suave de las plantas medicinales, partiendo del agua hirviendo. Para ello sólo utilizaremos las partes blandas de las plantas.
   Para realizar una perfecta Infusión lo principal es usar agua lo más natural posible. Ponemos una medida de agua en una taza, en un bol, cacerola o cazo (es importante utilizar siempre el mismo utensilio para las hierbas).
   Una vez el agua en el cazo lo ponemos en el fuego y dejamos que el agua hierva, cuando arranque el hervor apartaremos el cazo del fuego y echamos las hierbas en las dosis especificadas según la mezcla.
  
A continuación (y esto es importante), cubriremos el cazo con un plato o tapadera, en el interior de la cual pondremos un poco de agua fría. Aunque en la infusión el hecho de añadirle agua al platillo no es tan importante como en la decocción, este es un detalle que no se suele utilizar, y es fundamental pues de esta forma evitamos la evaporación de las sustancias y, gracias al contraste de la fría superficie del plato que lo tapa, condensa el poco vapor que intenta salir en forma de gotitas pequeñas que vuelven a depositarse en la infusión, permitiendo así un total aprovechamiento de todas sus sustancias.
   Una vez está la infusión a una temperatura templada (más o menos como la temperatura corporal, 37 grados) podemos apartar el plato y procedemos a filtrar el contenido, dependiendo de la hierba utilizaremos un filtro u otro, cualquier colador es bueno aunque el más apropiado es el de trapo o estameña, ya que nos permite presionar los residuos y exprimirlos al máximo.
   Lo mejor es tomar la infusión de la forma más rápida posible. Así aprovecharemos al máximo todas las sustancias y principios activos de la planta.


LA DECOCCIÓN

   Es la maceración de la planta en agua hirviendo durante unos minutos. Se aplica con las partes duras de la plata.
   La diferencia con la infusión es notoria en cuanto al procedimiento; en la decocción partimos del agua fría y añadimos la dosis de planta que corresponda con el agua y, juntas, se dejan hervir de 2 a 18 minutos (de- pendiendo de la dureza de la planta).
   Es imprescindible, una vez puesta la planta en el agua, tapar bien el cazo con un plato y añadirle agua fría encima para que durante el hervor se vaya condensando el vapor en forma de gotas y estas resbalen por el plato y vuelvan al agua de la decocción. Pasado el tiempo se aparta del fuego y se deja enfriar.
   Seguidamente se filtra, no permitiendo que la planta esté más tiempo en agua a fin de que no reasimile las sustancias.
   Como la infusión, debe tomarse de la forma más rápida posible.
   He explicado el método sencillo de decocción, pero existe la decocción rápida, la decocción lenta y la decocción mixta. A pesar de todo estos procedimientos no difieren en gran manera del explicado, y utilizaremos uno u otro dependiendo del volumen de la parte dura y de la mezcla.                                                                           

La decocción rápida: Se suele utilizar cuando las partes duras de la planta son semillas o raíces finas de poca consistencia. Esta decocción es igual que la normal, pero con un intervalo de tiempo de ebullición que no supera los 2 minutos.
La decocción lenta: La utilizaremos con las partes duras de la planta de mayor envergadura, como pueden ser grandes raíces, cortezas de árbol o arbustos. En este caso el tiempo de decocción suele oscilar entre 5 y 15 minutos a fuego lento, de hecho siempre es mejor en cualquier decocción que el fuego sea lento, para que de tiempo a sacar todas las sustancias.
La decocción mixta: Se suele utilizar cuando la composición de las hierbas es una mezcla de plantas y se empieza poniendo en decocción rápida las partes puras, cuando han hervido el tiempo necesario retiraremos el cazo del fuego y añadimos las partes blandas de las plantas que acaban de completar la mezcla. Con ello tenemos un aprovechamiento mayor de cada planta según sus necesidades.
Por ejemplo: Supongamos que tenemos una mezcla compuesta por raíz de Valeriana, hojas de Tila, flores de Malva y corteza de Saúco.
  
Primero herviremos la raíz de Valeriana junto a la corteza de Saúco. Si está bien triturado lo pondremos a hervir unos 5 minutos, pasados los cuales retiraremos del fuego el cazo y añadiremos las hojas de Tila y las flores de Malva y volveremos a hervir, siempre con el platito de agua como tapadera del cazo, hasta que quede tibia el agua. Colaremos la mezcla y estará lista para tomar.
   Existen otros procedimientos, que en otra ocasión explicaremos, como son las tinturas, esencias, o los vahos.


Vahos

   Una variante de la infusión son los vahos. Consiste en concentrar una cantidad de 5 litros de agua para 28 o 38 gramos de una planta.
  
Para los vahos de Eucalipto se procede como en una infusión pero dejando que el agua hierva sola unos 2 minutos, luego retiraremos el cazo del fuego y añadiremos las hojas previamente troceadas. Es muy impor
tante que están bien troceadas, para que se puedan liberar con mayor facilidad las sustancias de las plantas (el Eucalipto, así como el Laurel, a pesar de tratarse de hojas, adquieren una considerable resistencia al secarse).  A continuación verteremos la picadura en el agua y los vahos estarán listos.
   Sentados y con la cara a una distancia de un palmo de el cazo, y pasando una toalla húmeda o mojada por encima de la cabeza, respiramos el vapor que emana el mayor tiempo que podamos resistir y repetiremos tantas veces como podamos hasta que el agua se enfríe.
   Un vaho recién preparado se puede dejar en una habitación por la noche para humedecer el ambiente y enriquecerlo con las sustancias. Este procedimiento se suele utilizar en casos de resfriados, o congestiones nasales y pulmonares. Y siempre con plantas balsámicas y ricas en aceites esenciales, entre las que destaca el Eucalipto.


INFUSIONATE...

   Como hemos podido comprobar, la infusión, la decocción, unos vahos, y las dosis a utilizar en cada procedimiento son conocimientos sencillos, pero de gran utilidad para el perfecto aprovechamiento de todas las sustancias de las plantas.
   Así, conseguiremos que los tratamientos con plantas sean más efectivos, y podremos comprobar los resultados con mayor fiabilidad.


 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario