martes, 25 de octubre de 2016

Medicina precolombiana, 1ª parte


Las prácticas curativas de los aborígenes americanos interesaron vivamente a los colonizadores del Nuevo Mundo, y las ideas que tenían acerca de las causas de sus enfermedades, así como los remedios que usaban en su tratamiento, fueron mencionados con frecuencia en las crónicas americanas.
   El uso de drogas vegetales constituyó una práctica extendida en las enfermedades leves, pero no siempre eran activas o se administraban con el propósito debido, aparte de desconocerse su dosificación y posología. Del enorme caudal de plantas medicinales precolombinas son contadas las que poseen actividad farmacológica conocida, y no hay que olvidar que fueron usadas por un pretendido efecto mágico y no por su valor
terapéutico. Encontraremos repetidamente datos sobre la creencia de que al hombre precolombino le curaban los dioses, lo cual no hace más que afirmar la verdadera naturaleza de su medicina.


LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO CONSTITUYEN LAS FUENTES PRINCIPALES PARA EL ESTUDIO                                             DE LA MEDICINA PRECOLOMBINA.
ENTRE ELLAS,
LAS CRÓNICAS DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS SON LAS QUE CON MAYOR FRECUENCIA DEDICAN ALGÚN CAPITULO A DESCRIBIR LOS RECURSOS ALIMENTICIOS, LAS CREENCIAS RELIGIOSAS, Y LAS PRÁCTICAS MEDICAS DE LOS INDIGENAS.                                                                                                                                
LA RAZÓN ES OBVÍA: NO ERA POSIBLE LA EVANGELIZACIÓN SIN DESENTRAÑAR ANTES LOS COMPLEJOS MECANISMOS MÁGICOS
DE LA MENTE PRECOLOMBINA, DONDE SE ENRAIZABAN, ENTRE
OTRAS, LAS PRÁCTICAS MEDICAS.
ICONOGRAFÍA
   La historia de la medicina precolombina carece de nombres propios, y parecería inútil buscar imágenes de sus médicos. Sólo fray Bernardino de Sahagún (1572) mencionó los nombres de cuatro sabios toltecas de quienes los mexicanos reconocían ser deudores por haber descubierto las influencias de los astros y las virtudes de las hierbas: Oxocomo, Cipactonal, Tlatetecui y Xochicaoaca, pero no dejó figuras de ellos.
   En América del Norte los códices pictográficos indígenas ofrecen imágenes infantiles, pero realistas, particularmente las pieles dakotas. El C. Canadiense muestra a un médico indígena atendiendo a un enfermo, imágenes sobre el cuidado de los niños, así como varias ilustraciones de plantas medicinales.
   En Mesoamérica existe una iconografía médica muy diversa. Entre los códices postcolombinos hay varios de gran interés médico, como el C. Badianus, que tiene 204 ilustraciones en color de plantas medicinales, muchas de ellas con signos aztecas que han pasado inadvertidos; el C. Magliabecchi y los otros cuatro que de él se derivan tienen imágenes de los dioses de la medicina, pictogramas de plantas alucinógenas, escenas del diagnóstico y el pronóstico médico...
   En América del Sur, la iconografía indígena de interés médico es muy tardía, aunque tenga igual valor documental. El C. Martínez Compañón, aunque es también colonial, tiene ilustraciones en color de indios con viruelas, de la extracción de muelas, y dedica un tomo a describir en 138 láminas las plantas medicinales del área de la ciudad peruana de Trujillo.


NUTRICIÓN PRECOLOMBINA
   Además del maíz, la patata y la yuca, que fueron alimentos básicos de la agricultura precolombina, hubo otros cultivos complementarios de gran importancia nutritiva, cuyo valor  dietético como fuente de proteínas grasas vegetales sólo ha sido apreciado en fechas recientes. Tal es el caso del fréjol, Phaseolus vulgaris, que fue una de las primeras plantas domesticadas.                                                                                                                          
La quinua Chenopodium quinoa, es una planta andina que según explica Pedro de Cieza de León (1 553) los indígenas tenían por buen bastimento, y comían sus semillas blancas y coloradas en guisados, utilizándolas además para hacer brebajes. Su aspecto parecido por las hojas a los bledos de Castilla, y su sabor amargo debido a la saponina que desaparece al lavar las semillas, encubren sus cualidades alimenticias, que explican su extenso consumo precolombino.
   El cacahuete, Arachis hypogea, parece originario del área andina. Se consumían las semillas crudas y tostadas, y una vez molidas entraban a formar parte de guisos y condimentos. Fue descrita por varios cronistas, y Nicolás B. Monardes dejó buena descripción de la planta, alabando sus propiedades nutritivas. Constituyó uno de los alimentos precolombinos de más alto valor energético.
   La zanahoria blanca, Arracia esculenta, está considerada como una de las primeras plantas americanas cultivadas. Durante el período precolombino se consumía cocida y asada, y entró a formar parte de sopas y pasteles debido a su elevado contenido en almidones.
   Hubo otras plantas americanas de escaso valor energético, pero que tuvieron presencia habitual en la dieta precolombina, como la calabaza, Cucurbita moschata y las diferentes variedades de las cucurbitáceas, o el tomate, Lycopersicum esculentum.
  
Entre la gran diversidad de frutos americanos, algunos tuvieron un valor energético importante, como es el caso del cacao, Theobroma cacao, originario del área maya en América Central, de donde pasó a las zonas tropicales de América del Sur. Su consumo en la altiplanicie mexicana aparece con la cultura teotihuacana, y llegó a alcanzar gran importancia cultural como alimento, al ser consumida la baya de cacao molida, sola o mezclada con maíz y aderezada con ají, Capsicum annuum, condimento universal precolombino del cual, tan sólo en México, se conocen más de 30 variedades, u otros condimentos.
   Los indígenas consumían el fruto del aguacate, Persea americana, directamente y en ensaladas, junto con otras verduras, debido a su forma lo asociaban al vigor reproductivo, por ello su nombre en lengua nahuatl equivale a testículo. Otras frutas americanas de interés nutritivo marginal fueron la piña, Ananas sativus, consumida por los indígenas precolombinos de las regiones tropicales, la chirimoya, Anona cherimo!ia, a gua
nábana, Anona muricata, el capulin, Prunus capuli, la papaya, Carica papaya, el mamey, Mammea americana, la guayaba, Psiclium guajava y el zapote, Achras sapota.
  
Esta apreciación de la dieta precolombina resultaría incompleta sin considerar las bebidas habituales de los indígenas americanos. Curiosamente, no solían tomar agua en las comidas, y acompañaban los alimentos con bebidas fermentadas de baja graduación, entre el 5 y el 10% de alcohol etílico, pues no conocían la destilación para producir licores. Las bebidas precolombinas de mayor significación fueron el pulque octli de los aztecas. Se obtenía haciendo fermentar el aguamiel recogido diariamente del agave, Agave mexicana o pita, al que se le habían removido las pencas centrales. Con la fermentación se transformaba en un líquido blanquecino cuyo sabor y contenido alcohólico se modificaba agregando frutas y raíces. Los Mayas preparaban otra bebida alcohólica, el baiché, partiendo de miel de abejas, raxcab diluida en agua en grandes vasijas, hasta 500 litros, agregando la raíz y la corteza del árbol también llamado baiché, Lonchocarpus longistylus, al cabo de dos días, la fermentación producía un vino de fuerte sabor. La chicha, obtenida por fermentación del maíz, era la bebida principal de los Incas, también se hacía chicha de tubérculos como la occa y la yuca, de cereales como la quinua, o de frutas. A través de las noticias del inca Garcilaso de La Vega (1539-1616) de 1609, se estima que los indígenas incaicos consumían diariamente más de litro y medio de chicha.


 

 

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