Sus propiedades pueden depender también de la modalidad y del momento
de la recolección
EXTRACCIÓN
El aceite esencial es una
representación concentrada y dinámica de las propiedades curativas de la
planta, y algunos autores creen incluso que contiene su fuerza vital. Esta es
la razón fundamental por la que se debe tener mucho cuidado al extraer el
aceite en su estado puro, sin olvidar que esa misma pureza, demostrativa de su
gran calidad, lo convierte a su vez en una sustancia sumamente tóxica, con los
consiguientes riesgos que entraña su manipulación y utilización, si el
tratamiento no ha sido prescrito por un aromaterapeuta profesional. La mayor parte de los aceites esenciales se extraen mediante destilación en arrastre de vapor; otros requieren el empleo de solventes que deberán ser eliminados progresivamente, un ideal que en la mayoría de los casos es imposible de cumplir, ya que difícilmente se puede conseguir una destilación sin un mínimo resto de solventes. Es importante que las plantas utilizadas para obtener los aceites esenciales provengan de cultivos biológicos, biodinámicos u orgánicos, o que se trate de plantas espontáneas que crezcan alejadas de la contaminación urbana, industrial o agrícola. Para la extracción de los aceites esenciales en su estado puro se pueden aplicar distintos procedimientos, la selección del método dependerá de la localización del aceite esencial en la planta. Así, por ejemplo, las glándulas de aceite esencial de las plantas pertenecientes a la familia de las labiadas, como el espliego o la menta, se encuentran en un lugar de fácil acceso, la superficie de las hojas, lo que permite que estas plantas sean adecuadas para la destilación.
Este proceso de destilación en arrastre de vapor, el más conocido y utilizado, se realiza introduciendo el material vegetal fresco o desecado muy comprimido en un alambique que se expone al vapor, el calor provoca que las glándulas estallen y que su aceite se evapore mezclándose con el vapor. Más tarde, un sistema de refrigeración retorna el vapor a su estado líquido original y el aceite esencial se separa del agua, quedando en la parte superior.
En los casos de canela, clavo, sasafrás y hoja de mandarino, más densos que el agua, comprobamos que su aceite esencial queda en la parte inferior, y en cuanto a la semilla del perejil, es difícil separar el agua de la esencia, ya que ambas tienen una densidad muy parecida.
Para el uso aromaterápico de semillas de anís, bayas de enebro, apio y zanahoria es preferible su trituración como paso previo a la destilación.
Está comprobado que no hay una duración establecida del proceso de destilación.
Consideraciones previas
Los aceites esenciales son sustancias muy concentradas y activas, por lo
que basta una pequeñísima cantidad, una o dos gotas cada vez, para obtener un
buen resultado. Paracelso, médico suizo del siglo XVI, ya indicaba que la dosis
puede hacer de cualquier sustancia un veneno, y con los aceites esenciales debe
prestarse una particular atención, excederse no mejora el resultado, y podría,
si el olor es demasiado intenso, originar dolores de cabeza o náuseas. Muchos aceites esenciales son muy potentes y pueden resultar tóxicos si se utilizan en estado puro, sin diluir, durante un prolongado período de tiempo. No deben tomarse nunca por propia iniciativa los aceites esenciales por vía interna, y aunque algunos pueden administrarse por vía oral, sólo deberán emplearse bajo la supervisión de un naturópata o aromaterapeuta profesional.
Los aceites cítricos son fotosensibles a los rayos ultravioletas y pueden provocar reacciones cutáneas. Después de un tratamiento con este tipo de aceites evite la exposición a la luz solar (o a otras fuentes de rayos ultravioletas) durante un mínimo de cuatro horas.
Mantener los aceites esenciales alejados del alcance de los niños. Normalmente no se suministran aceites esenciales a los más pequeños por vía oral.
En casos de contacto accidental del aceite esencial puro con los ojos, aclárelos rápidamente con abundante agua.
Los aceites esenciales se encuentran entre las poquísimas sustancias capaces de atravesar la barrera protectora de la piel y penetrar en el organismo. Los usaremos siempre:
+ Diluidos, salvo alguna excepción terapéutica.
+ En dosis muy reducidas, lo que significa pocas gotas.
+ Prestando atención, al hecho de que los aceites esenciales obtenidos de la familia botánica de las rutáceas, como la bergamota, contienen furocumarina, sustancia fototóxica que puede dar lugar a pigmentaciones desiguales si se aplica antes de la exposición al sol.
En condiciones óptimas los aceites esenciales se conservan durante
largos períodos, variables según el tipo de aceite. Se suelen presentar en
frascos de vidrio oscuro para resguardarlos de la luz, con un tapón hermético
que los protege del aire y la evaporación, y un cuentagotas que permite una
segura dosificación.
CONSERVACIÓN
Generalmente
los aceites esenciales se encuentran en frascos de vidrio muy oscuro para
resguardarlos de la luz, con un tapón hermético que los protege del aire y de
la evaporación y con un cuentagotas inserto que permite una segura
dosificación. Si se mantienen las condiciones óptimas los aceites esenciales se conservan durante largos períodos, variables según el tipo de aceite. Los más delicados son los cítricos, que a causa del método de extracción (expresión de la cáscara), tienden a formar leves depósitos en el fondo del frasco en el transcurso de seis a doce meses (las ceras del limón), esto no altera en lo fundamental su calidad, basta agitar bien el frasco antes de su uso. Otros aceites esenciales se conservan perfectamente durante tres, cinco o más años, el pachuli se asemeja al buen vino, que mejora con el tiempo.
Cada
vez que abrimos un frasco su contenido se pone en contacto con el aire, y ello
origina un cierto grado de oxidación. Por lo general, las esencias se conservan
en frascos de 5, 10 y 20 ml. No es mala idea conservar los aceites esenciales
en el frigorífico, pero muchos se volverán densos y deberán alcanzar la
temperatura ambiente antes de ser utilizados.
COMPOSICIÓN
QUÍMICA DE LOS ACEITES ESENCIALES
Según el
estudio químico de esencias naturales realizado en 1919 por Bernabé
Dorronsoro y Ucelayeta, catedrático de la facultad de farmacia de la
Universidad de Granada, las esencias son, en general, productos muy
complejos, en cuya composición figuran: carburos de hidrógeno (alicíclicos,
terpenos y sesquiterpenos), aldehidos, cetonas, alcoholes, ácidos, éteres,
fenoles y éteres fenólicos, óxidos terpénicos y, menos frecuentemente,
lactonas, compuestos nitrogenados y sulfurados y parafinas.
EN EL
HOGAR
Las
esencias poseen en general una acción aromatizante, y es oportuno conocer sus
efectos para poder realizar la elección adecuada. Son muy variadas las formas
de difundir los aromas en el ambiente. Ante todo, es necesario saber que el
calor moderado favorece su difusión en el aire, pero si es demasiado intenso
puede alterar sus características. Algunos de los utensilios que se emplean para la difusión de los aceites esenciales son humidificadores, vaporizadores, pulverizadores...
El agua es un buen vehículo para la dilución y difusión de los aceites esenciales (en vapores, mediante pequeñísimas gotas pulverizadas en el aire).
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