martes, 19 de diciembre de 2017

Cloruro de Magnesio, la cura milagrosa, 1ª parte


– Auto-Hemoterapia – Magnesio y salud

  El Cloruro de magnesio tiene una acción directa en la mejora de osteoporosis, bursitis y artrosis, además de otras propiedades.
   El Magnesio es un tranquilizante natural que mantiene el equilibrio energético en las neuronas y actúa sobre la transmisión nerviosa, manteniendo al sistema nervioso en perfecta salud.
Ampliamente recomendado para los tratamientos antiestrés y antidepresión.

• El Magnesio (Mg) ayuda a fijar el calcio y el fósforo en los huesos y dientes.
• Previene los Cálculos renales ya que moviliza al calcio.
• Actúa como un Laxante suave y antiácido.
• Es también efectivo en las convulsiones del embarazo: previene los partos prematuros manteniendo al Útero relajado.
• Interviene en el equilibrio hormonal, disminuyendo los dolores premenstruales.
• Actúa sobre el sistema Neurológico favoreciendo el Sueño y la relajación.
• Autorregula la composición y propiedades internas (homeostasis).
• Actúa controlando la Flora intestinal y nos protege de las enfermedades Cardiovasculares.    Favorable para quien padezca de Hipertensión.

AUTOHEMOTERAPIA, ¿qué es? (Dr. Luiz Moura Souza). Se trata de una terapia de bajo costo, simple, que se resume en retirar la sangre de una vena e inyectarla en el músculo, estimulando así el sistema retículo endotelial, cuadruplicando el número de macrófagos en todo el cuerpo. RESUMEN La técnica es simple: Se saca sangre de una vena generalmente del codo y se aplica en el músculo, el brazo o la nalga, directamente, sin añadir nada a esta sangre. El volumen varía de 5ml a 20ml, dependiendo de la gravedad de la enfermedad tratada. La sangre, tejido orgánico en contacto con el músculo, provoca una reacción de rechazo de la misma, estimulando así al sistema retículo endotelial. La Médula ósea produce más monocitos que van a colonizar los tejidos orgánicos y reciben entonces el nombre de macrófagos. Antes de la aplicación de la sangre, en promedio, un recuento de los macrófagos es de alrededor del 5%. Después de aplicar la autohemoterapia la tasa se eleva y en 8 horas llega al 22%. Durante 5 días se queda entre el 20 y el 22% y regresa al 5%, al final de 7 días a partir de la aplicación de la autohemoterapia. El regreso a un 5% se produce cuando no hay sangre en el músculo. Las enfermedades infecciosas, alergias, enfermedades autoinmunes, los cuerpos extraños tales como quistes ováricos, miomas, las obstrucciones de los vasos sanguíneos son combatidas por los macrófagos, que cuadruplicados consiguen vencer o ablandar estas patologías. En el caso particular de las enfermedades autoinmunes, la auto agresión como consecuencia de la perversión del sistema inmune se desvía a la sangre utilizada en el músculo, mejorando así el paciente.

Magnesio y disolución de cálculos renales – Frena Metástasis del cáncer-

Dosis adecuadas de cloruro de Magnesio
   El presente artículo fue redactado por el sacerdote Reverendo Padre John SChorr, del Colegio Chafarrínense, es además profesor de física y de biología y expresa conceptos sobre el Cloruro de Magnesio.
   El Reverendo Schorr comenta lo que sucedió en su propio cuerpo físico:
“Cuando tenía 61 años de edad estaba casi paralítico”, esto fue 12 años antes de comenzar el tratamiento con el Cloruro de Magnesio. Sentía puntadas agudas en la región lumbar (columna vertebral), incurable según la ciencia médica ortodoxa (es decir, los médicos). Al levantarme de la cama por las mañanas, sentía un fuerte dolor en la columna que perturbaba todo el día.
   Era causado por el nervio ciático, que apretaba la tercera vértebra, me lo hacía sentir sobre todo cuando estaba parado, lo que me forzó a trabajar la mayor parte del día sentado. Hubo un año, en que todo lo hacía sentado, menos la misa. Era un tormento y tenía que suspender mis viajes a causa del dolor.
   Durante un verano muy seco sentí mejoría, pero luego empeore más. Comencé entonces a rezar la misa sentado. Volví a la ciudad de Floreanàpolis (Brasil) buscando un especialista que me sanara. Me tomaron nuevas radiografías, y me dijeron que mis vértebras están duras y en avanzado estado de descalcificación.
   Nada era posible hacer. Las diez aplicaciones de onda corta que recibía en la columna no detenían el dolor. Al colmo de no poder dormir ni siquiera acostado, a veces quedaba sentado en la cama. Hasta que descubrí que podía dormir en la posición fetal, así como duermen los gatos. Esto dio cierto resultado y solo despertaba al estirarme enderezarme. Ya faltaba poco para no poder dormir ni siquiera en posición fetal.
   Me preguntaba: Y ahora ¿qué puedo hacer? Estaba engañado por la medicina tradicional y así entonces apelé a Dios. Y le dije: amado Dios, estás viendo en este estado a esta criatura…te pido Dios mío que me des una solución para todos mis males.
   Ocurrió entonces que pocos días más tarde me llevaron a Porto Alegre a un encuentro jesuítico.
   Allí conocí al Padre Juárez, un sacerdote jesuita quien me contó que la cura de mis problemas de salud era algo muy fácil. Me dijo que para ello debía tomar el Cloruro de Magnesio, mostrándome escrito en un libro de medicina del Padre Poig, un jesuita español, conocido y prestigioso biólogo, que había descubierto las propiedades curativas del Cloruro de Magnesio, a partir de una experiencia familiar, curando a su madre quien por esa época se encontraba con Artrosis en avanzado estado de descalcificación.
   Los sacerdotes jesuitas siempre se destacaron por sus grandes conocimientos para curar las enfermedades utilizando medicina natural como las hierbas medicinales y los minerales puros. En tono de broma, el Padre Juárez me dijo: mientras tomes esta sal, solo te vas a morir si te das un tiro en la cabeza o si tienes un accidente.
   Comencé a tomar una dosis diaria todas las mañanas. Tres días después, comencé a tomar una dosis a la mañana y otra a la noche. Así mismo continué durmiendo todo arrollado. Pero el vigésimo día, cuando me levanté estaba todo extraño y me dije: ¿Será que estoy soñando?, dado que ya no sentía dolores y hasta pude dar un paseo por la ciudad, sintiendo todavía en mi memoria el peso de diez años de sufrimiento con esta incomodidad y limitación.

   A los cuarenta días pude caminar el día entero, sintiendo un pequeño peso y dolor en la pierna derecha. A los sesenta días, esta pierna dolorida estaba igual o mejor que la otra. Luego de tres meses sentía crecer la flexibilidad en los huesos y un inesperado alivio en todo mi cuerpo. Pasaron diez meses y puedo doblarme como si fuera una serpiente, sintiéndome otra persona.

 

 

 

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