Los
preparados naturales son una alternativa ecológica para que nuestro
organismo recupere toda su belleza y armonía.
organismo recupere toda su belleza y armonía.
Los productos
naturales
Desde la antigüedad, d aseo
corporal se ha asociado con el conocimiento de la naturaleza y sus procesos.
Las semejanzas entre ambos mundos son evidentes. Por ejemplo, cuando observamos
nuestro entorno natural vemos que las semillas y los frutos están vueltos por una cutícula o piel que les
preserva y protege (en cuanto se corta un trozo de piel de la manzana, la fruta
se oxida y se echa a perder). Así mismo la piel de nuestro cuerpo también
cumple esa función tan esencial y directamente ligada con la salud. Por eso es
importante cuidarla con sentido común y con los procedimientos adecuados.
Cuando analizamos los productos tinados a
la higiene corporal, encontramos fórmulas que van depositando aditivos químicos sobre la epidermis, alternando algunas de sus funciones biológicas. Como consecuencia, ésta pierde
sus facultades naturales y su lozanía. Pero una alternativa a esos productos, ya que hoy en
día es posible cuidar la piel sin aditivos químicos y guardar los cosméticos
sin conservantes químicos. Todas las soluciones y respuestas se encuentran en la
naturaleza.
Productos para la piel
Los productos destinados al
cuidado de la piel deben cumplir una serie de condiciones, para asegurar unos resultados
óptimos. Estas son algunas de las normas que debería cumplir todo producto de
higiene corporal.
+ Tener la mayor afinidad posible con la piel.
+ No alterar su función de barrera ni su pH fisiológico.
+ Aportar sensaciones placenteras.
+ Respetar el equilibrio nutricional de la piel
+ Ser biodegradable y no contaminante
+ Ayudar y potenciar cada una de las funciones de la piel.
+ Evitar al máximo las sustancias químicas o naturales susceptibles de tener sobre ella los siguientes efectos:
• Sensibilizar
• Irritar
• Fotosensibilizar
• Ser comedogénicos (que pueden producir puntos negros o comedones), carcinomatosas (que pueden favorecer la aparición de células degenerativas) y tóxicas para órganos internos.
Los productos de higiene menos eficaces son los que contienen grasas petroquímicas, como la vaselina, la parafina, la silicona, etc., por la sencilla razón de que esas grasas interfieren en la correcta eliminación de toxinas y en la respiración percutánea. Tampoco son recomendables para el equilibrio de la piel los que llevan proporciones demasiado elevadas de componentes tensoactivos y detergentes fuertes.
+ Tener la mayor afinidad posible con la piel.
+ No alterar su función de barrera ni su pH fisiológico.
+ Aportar sensaciones placenteras.
+ Respetar el equilibrio nutricional de la piel
+ Ser biodegradable y no contaminante
+ Ayudar y potenciar cada una de las funciones de la piel.
+ Evitar al máximo las sustancias químicas o naturales susceptibles de tener sobre ella los siguientes efectos:
• Sensibilizar
• Irritar
• Fotosensibilizar
• Ser comedogénicos (que pueden producir puntos negros o comedones), carcinomatosas (que pueden favorecer la aparición de células degenerativas) y tóxicas para órganos internos.
Los productos de higiene menos eficaces son los que contienen grasas petroquímicas, como la vaselina, la parafina, la silicona, etc., por la sencilla razón de que esas grasas interfieren en la correcta eliminación de toxinas y en la respiración percutánea. Tampoco son recomendables para el equilibrio de la piel los que llevan proporciones demasiado elevadas de componentes tensoactivos y detergentes fuertes.
Los productos naturales
Cada día son más frecuentes
los productos de aseo y cosmética que llevan el adjetivo de “natural”. Como
este término se presta a mucha polémica y confusión, es importante definir lo
que significa y cuáles son sus propiedades.
Un producto natural es aquel que se obtiene de la naturaleza y que se extrae con un mínimo de manipulaciones, ya sean mecánicas, físicas o biotecnológicas. Las sustancias químicas artificiales aparecen a medida que sometemos la materia prima natural a diversas manipulaciones químicas, para purificar, aislar o transformar el producto final. Por ejemplo, el azufre es una sustancia natural, mientras que el ácido sulfúrico es un producto artificial (aunque su origen es natural).
De esta sutileza se valen muchas empresas para incluirse en una línea de cosmética natural. Así sucede con la mayoría de champús y geles que, aunque contengan tensoactivos, llevan la etiqueta de “100% natural”, que confunde al consumidor.
Un producto natural es aquel que se obtiene de la naturaleza y que se extrae con un mínimo de manipulaciones, ya sean mecánicas, físicas o biotecnológicas. Las sustancias químicas artificiales aparecen a medida que sometemos la materia prima natural a diversas manipulaciones químicas, para purificar, aislar o transformar el producto final. Por ejemplo, el azufre es una sustancia natural, mientras que el ácido sulfúrico es un producto artificial (aunque su origen es natural).
De esta sutileza se valen muchas empresas para incluirse en una línea de cosmética natural. Así sucede con la mayoría de champús y geles que, aunque contengan tensoactivos, llevan la etiqueta de “100% natural”, que confunde al consumidor.
LAS FUNCIONES DE LA PIEL
Para mantener la piel sana conviene practicar una higiene íntegra, dormir y
descansar lo suficiente, dedicar un espacio a la relajación y al ejercicio en
contacto con la naturaleza, alimentarse de una forma sana y equilibrada y
aplicar sobre la piel productos de higiene que respeten sus propiedades y
ciclos biológicos. Por eso, es importante recordar algunas de las funciones más
esenciales de la dermis.
Función de información. La piel es un medio de comunicación entre el hombre y el mundo exterior. Se dan en ella numerosas conexiones nerviosas que informan al cerebro de los estímulos recibidos. Así sucede cuando nos quemamos o nos acarician.
Función respiratoria. La piel es nuestro tercer pulmón. Absorbe del aire una pequeña cantidad de oxígeno, que contribuye a la perfecta hidratación de la epidermis, y expulsa gas carbónico, procedente de la oxidación de los alimentos.
Función protectora. Nos protege contra la invasión de sustancias extrañas y de microorganismos, así como nos advierte de las radiaciones, agentes químicos, etc...
Función de eliminación. La piel elimina las toxinas y los desechos provenientes de la transformación de los alimentos, mediante unas glándulas llamadas “sudoríparas” y las glándulas sebáceas.
Función termorregulador. La sudoración regula la temperatura corporal. Por eso, en verano aumenta la cantidad de sudor.
Función absorbente. La piel absorbe ciertos compuestos, como vitaminas, cuerpos volátiles y también, fácilmente, aceites naturales, ceramidas, sales minerales y oligoelementos, siempre y cuando los excipientes sean afines a la dermis. Así, podemos decir que la piel también se nutre desde el exterior.
Este papel absorbente funciona con normalidad cuando las sustancias que aplicamos son naturales y adecuadas a las funciones y la biosíntesis de la piel. En la labor de absorción entra en actividad un ejército de corpúsculos microscópicos, que actúan como diminutos imanes con un polo positivo y otro negativo. Cuando las sustancias son extrañas y perjudiciales (venenos, productos químicos), estos corpúsculos ofrecen resistencia. Si en cambio identifican las sustancias como adecuadas, entonces las absorben con facilidad, y cumplen la función de nutrición. La célula recibe lo que le es indispensable para renovarse y perpetuar la actividad biológica, manteniendo así la piel sana y protegiendo el organismo.
Función de información. La piel es un medio de comunicación entre el hombre y el mundo exterior. Se dan en ella numerosas conexiones nerviosas que informan al cerebro de los estímulos recibidos. Así sucede cuando nos quemamos o nos acarician.
Función respiratoria. La piel es nuestro tercer pulmón. Absorbe del aire una pequeña cantidad de oxígeno, que contribuye a la perfecta hidratación de la epidermis, y expulsa gas carbónico, procedente de la oxidación de los alimentos.
Función protectora. Nos protege contra la invasión de sustancias extrañas y de microorganismos, así como nos advierte de las radiaciones, agentes químicos, etc...
Función de eliminación. La piel elimina las toxinas y los desechos provenientes de la transformación de los alimentos, mediante unas glándulas llamadas “sudoríparas” y las glándulas sebáceas.
Función termorregulador. La sudoración regula la temperatura corporal. Por eso, en verano aumenta la cantidad de sudor.
Función absorbente. La piel absorbe ciertos compuestos, como vitaminas, cuerpos volátiles y también, fácilmente, aceites naturales, ceramidas, sales minerales y oligoelementos, siempre y cuando los excipientes sean afines a la dermis. Así, podemos decir que la piel también se nutre desde el exterior.
Este papel absorbente funciona con normalidad cuando las sustancias que aplicamos son naturales y adecuadas a las funciones y la biosíntesis de la piel. En la labor de absorción entra en actividad un ejército de corpúsculos microscópicos, que actúan como diminutos imanes con un polo positivo y otro negativo. Cuando las sustancias son extrañas y perjudiciales (venenos, productos químicos), estos corpúsculos ofrecen resistencia. Si en cambio identifican las sustancias como adecuadas, entonces las absorben con facilidad, y cumplen la función de nutrición. La célula recibe lo que le es indispensable para renovarse y perpetuar la actividad biológica, manteniendo así la piel sana y protegiendo el organismo.
Con los aromas, los perfumes
y las fragancias ocurre lo mismo. Es el caso de las fragancias sintéticas que imitan
los aromas de las plantas, pero sin tener sus cualidades ni sus propiedades.
Por otro lado ¿no nos llama la atención ver
pastillas de tocador con vivos colores “artificiales” que se venden en el sector
de productos naturales?
Es evidente que compramos los productos de cosmética a par ti de la imagen que ofrecen: frascos originales, estuches bonitos y distintas marcas, olores y colores.
Pero también es cierto que está surgiendo un nuevo consumidor más consciente del valor de su entorno y más sensibilizado, que busca productos no agresivos con el medio ambiente y que se encuentren en armonía con la naturaleza.
¡Pero... cuidado! Que un producto sea natural no garantiza que respete el proceso vital de la piel como un sistema unido a nuestro sistema orgánico. La fórmula ideal de todo producto higiénico debe respetar la naturaleza y, al mismo tiempo, los ciclos y funciones de nuestro cuerpo. Vamos a explicar algunas de las propuestas ecológicas más útiles para satisfacer estos requisitos.
Es evidente que compramos los productos de cosmética a par ti de la imagen que ofrecen: frascos originales, estuches bonitos y distintas marcas, olores y colores.
Pero también es cierto que está surgiendo un nuevo consumidor más consciente del valor de su entorno y más sensibilizado, que busca productos no agresivos con el medio ambiente y que se encuentren en armonía con la naturaleza.
¡Pero... cuidado! Que un producto sea natural no garantiza que respete el proceso vital de la piel como un sistema unido a nuestro sistema orgánico. La fórmula ideal de todo producto higiénico debe respetar la naturaleza y, al mismo tiempo, los ciclos y funciones de nuestro cuerpo. Vamos a explicar algunas de las propuestas ecológicas más útiles para satisfacer estos requisitos.
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